martes, 11 de diciembre de 2007

Celta


No imagino qué calamidades pasaste antes de llegar a casa, por caminos oscuros y fríos sin saber dónde ir, y preguntándote por qué otra vez te han dejado sólo en ese paraje desconocido...


Por aquel entonces ya andábamos dándole vueltas, preguntándonos dónde andarías. En realidad tu lugar ya estaba aquí: por todos los rincones se sentía un vacío particular; y nuestro hogar iluminado por lamparitas parecía no brillar lo suficiente.


De tanto hablar de ti, nació dentro de nosotros un huequito que sólo tú ibas a poder llenar. Así fue cómo, a pesar de que la nieve y el frío tenían sitiado el paisaje, nos lanzamos a la aventura y atravesamos montañas y valles hasta que dimos con tus huellas. A pesar de los miles de peligros que tuvimos que sortear el Destino desplegó sus alas ...Y allí estabas.


Al principio no te vimos, tus compañeros hacían todo tipo de muecas y camelos para encandilarnos, y tengo que reconocer que por un momento me dejé seducir por la caída de pestañas de la dulce Valeria. Pero entonces surgiste como un duendecillo de ojos vivarachos lleno de vida saltando entre todos, llegando más alto que ninguno.


Nos miramos cómplices y sonreímos al comprobar que tu luz era idéntica a la que reinaba en nuestro hogar, eras tú la lucecilla perdida.No fue tarea fácil llevarte con nosotros, no porque no quisieras, ya que desde que nos viste no paraste de dar saltos, lo que ocurrió fue que la carcelera te había encerrado a conciencia, y hubo que romper el candado congelado para sacarte de allí... y en el momento de tu liberación, un alocado haz de lucecillas de colores pastel se desplegó por la nieve como fuegos artificiales, festejando nuestra presencia allí, jugando, riendo y agradeciendo bondadosamente el ansiado rescate.


Ya has olvidado todo el daño que te hicieron antes, las palizas y calamidades con las que tu anterior dueño te enseñó la peor cara del ser humano. Nosotros no somos tus dueños, somos tu familia, y me alegra que ya no tengas miedo ni desconfíes de nosotros porque nunca te vamos a dejar.


Nuestra lucecita llena cada rincón de la casa y no hay sombra acechante que no se aleje desanimada ante la presencia de tanta belleza y bondad, recogida como una rosquillita en el sofá.

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